jueves, 25 de junio de 2009

NDIVIDUALIDAD

por Robert G. Ingersoll (1873)

Por todas partes se encuentran los enemigos de la individualidad y de la libertad mental. Las costumbres vienen a nuestro encuentro en la cuna y solamente nos dejan en la tumba. Nuestras primeras preguntas son respondidas por la ignorancia, y nuestras últimas por la superstición. Manos incontables nos empujan a lo largo de la pisoteada senda, y nuestra entera educación puede resumirse en la palabra "supresión". Nuestro deseo de tener o de hacer una cosa se considera evidencia concluyente de que no debemos tenerla y que no debemos hacerla. A cada vuelta nos tropezamos con querubines con una espada flamígera que guardan la entrada al Edén de nuestros deseos. Se nos permite investigar cualquier asunto en que no tengamos interés particular, y expresar las opiniones de la mayoría con libertad total. Se nos enseña que la libertad de expresión nunca debe llevarse hasta el extremo de contradecir a los muertos testigos de una superstición popular. La sociedad ofrece recompensas constante por traicionar a nuestra individualidad...

Todos hemos leído relatos de caballeros cristianos que, a punto de ser ahorcados, han comentado sobre cuánto mejor hubiese sido para ellos haber hecho caso a los consejos maternos. Pero, después de todo, ¡qué suerte para el mundo que no siempre se ha hecho caso a los consejos maternos! ¡Qué suerte para todos nosotros que es en cierta medida contrario a la naturaleza humana obedecer. La obediencia universal es estancamiento universal; la desobediencia es una de las condiciones del progreso. Escoja cualquier época del mundo y dígame cuál hubiese sido el efecto de la obediencia implícita. Suponga que la iglesia hubiese tenido absoluto dominio sobre la mente humana en todo momento. ¿No se hubiesen borrado del lenguaje humano las palabras "libertad" y "progreso"? Al ignorar consejos, el mundo ha avanzado.

Supongamos que los astrónomos hubiesen controlado la ciencia de la astronomía; los médicos la de la medicina; que se haya dejado a los reyes que fijasen las formas de gobierno. Supongamos que nuestros padres hubiesen acatado el consejo de Paúl, que dijo: "Someteos al poder que exista, porque ha sido instituido por Dios"; supongamos que la iglesia controlase el mundo hoy. Volveríamos al caos y a la noche del pasado. La filosofía sería declarada infame; la Ciencia volvería a oprimir su rostro pálido y pensativo contra las barras de la prisión, y por los miembros de la libertad volverían a subir las llamas del fanatismo.

Es una bendición que en cada época alguno ha tenido suficiente individualidad y valor para defender sus propias convicciones, que alguno ha tenido la grandeza de decir sus sentimientos. Creo que fue Magallanes quien dijo: "La Iglesia dice que la tierra es plana; pero le he visto la sombra sobre la luna, y tengo más confianza hasta en una sombra que en la Iglesia." En la proa de su embarcación iban la desobediencia, el desafío, el desprecio, y el éxito.

El problema con la mayoría de las personas es que se inclinan ante lo que se le ha dado por nombre "autoridad." Creen que un hombre es mejor por el hecho de estar muerto, sobre todo si lleva mucho tiempo de muerto. Creen que los padres de su patria fueron los mayores y mejores de la humanidad. Todo esto lo creen implícitamente porque es popular y patriótico, y porque así les dijeron cuando eran muy pequeños, y recuerdan claramente que sus madres se lo leyeron de un libro. (Es difícil exceder la influencia de las tempranas enseñanzas dirigidas a la superstición. Uno enseña primero a los niños que cierto libro es verídico, que fue escrito por Dios mismo, que debatir su veracidad es un pecado, que negarlo es un crimen, y que si mueren sin creer en ese libro serán condenados sin beneficio sacerdotal. El resultado es que mucho antes de leerlo, ya creen que es verídico. Cuando al fin lo leen, sus mentes están totalmente incapacitadas para examinar sus aseveraciones. Las aceptan como cosa natural.)

De esta manera, se vence a la razón, los dulces instintos de la humanidad se borran del corazón, y mientras se leen sus páginas infames, hasta la justicia desecha sus balanzas, aullando por venganza, y la caridad aplaude con manos ensangrentadas el asesinato. De esa forma nos enseñan que la venganza del hombre es la justicia de Dios; que la compasión no es igual en todas partes. De esta manera las ideas de nuestra especie han sido suprimidas. De esta manera hemos hecho tiranos, fanáticos e inquisidores. De esta manera el cerebro humano se ha vuelto una especie de palimpsesto en que sobre la escritura de la naturaleza, la superstición ha garabateado sus incontables mentiras. Un gran problema es que muchos maestros son deshonestos. Enseñan como certidumbres las mismas cosas que ellos dudan. No dicen "creemos que esto es así," sino "sabemos que esto es así." No apelan a la razón del estudiante, sino que le imponen fe. Se guardan todas las dudas para sí mismos; no explican, aseveran. Todo esto es infame. De esta forma uno puede hacer cristianos, pero uno no puede hacer hombres ni hacer mujeres. Uno puede hacer secuaces, pero no dirigentes; discípulos, pero no cristos. Uno puede prometer poder, honor y felicidad a todo el que acate ciegamente, pero uno no puede cumplir lo prometido.

Un monarca dijo a un ermitaño,

“Ven conmigo y te daré poder”.

“Tengo todo el poder que sé usar”, contestó el ermitaño.

“Ven”, dijo el rey.

“Te daré riquezas”.

“No quiero nada que pueda adquirirse con dinero”, dijo el ermitaño.

“Te daré honores”, dijo el monarca.

“Ah, ningún honor se puede dar; tiene que ganarse”, fue la respuesta del ermitaño.

“Ven”, dijo el rey haciendo su última apelación, “y te daré felicidad”.

“No”, dijo el solitario, “no hay felicidad sin libertad, y el que sigue no puede ser libre”.

“Tendrás libertad también”, dijo el rey.

“Entonces me quedo donde estoy”, dijo el anciano.

Y todos los cortesanos del rey pensaron que el ermitaño era un tonto.

De vez en cuando alguien examina, y a pesar de todo decide conservar su virilidad y tiene el valor de seguir por donde su razón lo lleva. Entonces los devotos se reúnen y repiten sabios proverbios, e intercambian expresiones de asentimiento y sus guiños más proféticos. ...

La Iglesia odia al pensador por la misma razón que el ladrón al alguacil o al testigo. A la tiranía le placen los cortesanos, los aduladores, los secuaces, y la superstición quiere creyentes, discípulos, fanáticos, hipócritas y subscriptores. La Iglesia exige adoración -- la cosa misma que ningún hombre debe dar a ser alguno, humano o divino. Adorar a otro es degradarse a uno mismo. La adoración es asombro, y pavor y esperanza ciega. Es el espíritu de la adoración lo que eleva al uno y degrada a los muchos; lo que construye palacios para ladrones, eleva monumentos al crimen, y forja esposas hasta para las manos propias. El espíritu de adoración es el espíritu de tiranía. El adorador siempre lamenta no ser él el adorado. Todos debemos recordar que el intelecto no tiene rodillas, y que cualquiera que sea la posición del cuerpo, el alma valiente se encuentra siempre erguida. Todo el que adora, abdica. Todo el que cree por orden de la fuerza pisotea bajo sus plantas la individualidad propia, y voluntariamente se despoja de todo lo que hace al ser humano superior a las bestias.

El despotismo de la fe se justifica sobre la base de que los países cristianos son los más grandiosos y prósperos del mundo. En otro tiempo lo mismo se hubiese podido decir en la India, en Egipto, en Grecia, en Roma y en todo otro país que en la historia ha sido imperio. La base de ese razonamiento es totalmente falsa. Numerosas circunstancias e incontables condiciones han producido la prosperidad del mundo cristiano. La verdad es que hemos avanzado a pesar del fanatismo religioso, de la ignorancia, y de la oposición. La Iglesia no ha ganado victorias por los derechos humanos. Lutero trabajó para reformar la Iglesia -- Voltaire para reformar al hombre. Sobre todas las fortificaciones de la tiranía ha ondeado, y todavía ondea, el estandarte de la Iglesia. Dondequiera que la sangre valiente se ha regado, la espada de la Iglesia se ha mojado. En toda cadena se ha visto la señal de la cruz. El altar y el trono se han apoyado y sostenido mutuamente.

Todo lo que hay de bueno en nuestra civilización es resultado del comercio, el clima, el suelo, la situación geográfica, la industria, la inventiva, el descubrimiento, el arte y la ciencia. La Iglesia ha sido la enemiga del progreso por el motivo de que se ha esforzado por impedir que los seres humanos piensen por sí mismos. Impedir el pensamiento es impedir todo progreso excepto en la dirección de la fe.

¿Quién puede imaginarse la impudencia de una iglesia que usurpe el derecho a pensar de la raza humana? ¿Quién puede imaginarse el descaro infinito de una iglesia que pretende ser el vocero de Dios, y en su nombre amenaza con castigo eterno a los que honradamente rechazan sus alegatos y desprecian sus pretensiones? ¿Con qué derecho un hombre, o una organización humana, o un dios, puede mantener un cerebro en cautiverio? Cuando un hecho puede demostrarse, la fuerza es innecesaria; cuando no puede demostrarse, apelar a la fuerza es una infamia. En presencia de lo desconocido, todos tenemos igual derecho a pensar.

Sobre la vasta llanura que llamamos vida, todos somos viajeros, y ningún viajero tiene la perfecta seguridad de que va en la justa dirección. La verdad es que ninguna otra llanura está tan bien provista de postes guías. A cada vuelta y a cada cruce uno los encuentra, con la dirección y la distancia exactas. Un gran problema es, no obstante, que todas esas guías son diferentes, y el resultado es que la mayoría de los viajeros se confunden más y más mientras más las leen. Miles de personas se encuentran ante cada poste, y cada una hace todo lo posible por convencer al viajero de que su guía es la mejor, ... que si su camino se escoge, la recompensa será infinita y eterna, mientras que los otros caminos se dice que conducen al infierno, y todos los que han escrito los demás avisos son herejes, hipócritas y falsarios. "Bueno," dice el viajero, "puede ser que Ud. tenga razón en lo que dice, pero déjeme por lo menos leer algunas de las otras direcciones y examinar un poco lo que ellos también alegan. Quiero confiar un poco en mi propio juicio en un asunto de tan gran importancia." "No, señor," grita el fanático. "Eso es precisamente lo que no se permite que Ud. haga. Usted tiene que seguir por mi camino sin investigar, o ya puede darse por condenado." "Bien," dice el viajero, "si es así, creo que mejor sigo por su camino." Y así la mayoría prosigue, aceptando la palabra de los que saben tan poco como ellos. De vez en cuando viene uno que a pesar de todas las amenazas, examina con calma las pretensiones de todos los otros, y con igual calma las rechaza todas. Esos viajeros toman sus propias rutas, y todos los demás lo denuncian como infieles y ateos.

Rodeando todos los postes, tan lejos como la vista alcanza, el suelo está cubierto de montañas de huesos humanos blanqueándose y deshaciéndose bajo la lluvia y el sol. Son los huesos de los asesinados, hombres y mujeres - padres, madres, bebés.

A mi juicio, cada cual debe tomar su camino propio. Cada mente debe ser fiel a sí misma, debe pensar, investigar, llegar a sus propias conclusiones. Esto es un deber lo mismo para el indigente que para el príncipe. Cada alma debe rechazar el dictado y la tiranía, cualquiera que sea la fuente de donde emane -- de tierra o cielo, de hombres o dioses. Además, todo viajero que va por esta amplia llanura debe dar a todo otro viajero su opinión acerca de la mejor ruta que tomar. Cada uno tiene derecho a conocer la opinión de todos los demás. Y no hay más que una manera de obtener una opinión honrada sobre cualquier asunto. La persona que emite la opinión debe estar libre de temores. El mercader no debe temer perder su cliente, el doctor su práctica, ni el predicador su púlpito. La supresión de la búsqueda honrada es un retroceso y tiene que terminar en la noche intelectual. La tendencia de la religión de nuestros días es hacia la esclavitud mental y la barbarie. Ni un solo ministro se atreve a predicar lo que piensa si sabe que su congregación piensa de otro modo. Sabe que cada miembro de su iglesia hace guardia sobre su cerebro con un credo, como un garrote, en la mano. Sabe que no se espera que busque la verdad, sino que lo han empleado para defender el credo. Cada púlpito es un cepo en que se encuentra aprisionado un reo asalariado defendiendo la justicia de su propio aprisionamiento.

¿Es deseable que todos tengamos convicciones religiosas exactamente iguales? ¿Es posible tal cosa? ¿No sabemos que no hay dos personas iguales en todo el mundo, ni dos árboles, ni dos hojas, ni dos nada que sean iguales? La variedad infinita es la ley. La religión trata de forzar todas las mentes dentro de un molde. Sabiendo que no todos pueden creer, la iglesia se esfuerza por hacer a todos decir que creen. Ansía la unidad de la hipocresía, y detesta la espléndida diversidad de la individualidad y la libertad.

Casi todos nos horrorizamos al pensar en la aniquilación, y no obstante, renunciar a la propia individualidad es aniquilarse. La esclavitud mental es la muerte mental, y todo individuo que ha renunciado a su libertad intelectual es el féretro viviente de un alma muerta. En este sentido, cada iglesia es un cementerio y cada credo un epitafio.

Debemos todos recordar que ser como los demás es no ser como nosotros, y que nada puede ser tan detestable en el carácter como la servil imitación. El problema con la imitación es que corremos el riesgo de imitar a los que realmente están muy por debajo de nosotros. Después de todo, el peor negocio que un ser humano puede hacer es ceder su individualidad a cambio de lo que llamamos respetabilidad.

No hay un proverbio más degradante que éste: "Es mejor ser la cola de un león que la cabeza de un perro." Cada cual es responsable de pensar y obrar por sí mismo. A la mayoría le disgusta la responsabilidad, y por ello se afilian a algo y se vuelven cola de algún león. Dicen: "Mi partido actúa por mí -- mi iglesia piensa por mí. Me basta con pagar mis impuestos y obedecer al león al cual pertenezco, sin perturbarme acerca de la justicia, o la injusticia, o el por qué, o para qué de nada en absoluto." Tales personas son respetables. Les disgustan los reformadores, y especialmente que vengan a perturbarles la mente. Consideran las convicciones como cosas muy desagradables para albergarlas. Les gustan las ceremonias y, sobre todo, comentar sobre la espléndida cola que tiene su león y sobre cuán molesto es el perro del vecino. Además, es por esa natural inclinación a evitar responsabilidades personales, que todo religionista ha advertido siempre en contra de que nadie tenga el atrevimiento y la maldad de pensar por sí mismo. La razón ha sido denunciada por toda la cristiandad como la única guía insegura. La Iglesia no ha dejado nada sin hacer para impedir que las personas se guíen por la lógica de su cerebro. Los hechos más simples han sido tapados con el manto del misterio. Los más burdos absurdos han sido declarados hechos evidentes. El orden de la naturaleza ha sido tergiversado a fin de que los hipócritas pocos puedan gobernar a los honrados muchos. El que haya mantenido la conclusión de su raciocinio se ha visto denunciado como un menospreciador y odiante de Dios y de su santa Iglesia. Desde la fundación de la primera iglesia hasta este momento, tener pensamientos propios ha sido incompatible con la subscripción al grupo. Todo asociado ha ostentado las marcas del collar, la cadena y el látigo. Ninguno ha tratado seriamente de reformar una iglesia sin ser expulsado y perseguido por los sabuesos de la hipocresía. El mayor crimen contra un credo es cambiarlo. La reforma es traición.

Miles de jóvenes están recibiendo educación en este momento en las diversas iglesias. ¿Para qué? ¿Para que estén preparados para poder investigar los fenómenos que les rodean? ¡No! El objeto, el único objeto, es que estén preparados para defender un credo; que aprendan los alegatos de sus respectivas iglesias y los puedan repetir en los oídos obtusos de la irreflexiva congregación. Si alguno, después de haber sido indoctrinado a costa de los metodistas, se torna presbiteriano, o bautista, se verá denunciado como despreciable e ingrato. La investigación honrada es totalmente imposible bajo el palio de ninguna iglesia, por el motivo de que usted no va a investigar si cree que la iglesia tiene la razón, y si usted cree que no la tiene, la iglesia lo va a investigar a usted. La consecuencia de esto es que la mayor parte de la literatura litúrgica es resultado de la supresión, el temor, la tiranía, y la hipocresía.

Todo escritor religioso necesariamente ha tenido que reflexionar: "Si escribo esto, mi esposa y mis hijos carecerán de pan. Me cubrirán de vergüenza y me estamparán con la señal de la infamia; pero si escribo esto otro, ganaré en posición, poder y honores. Mi iglesia recompensa a los defensores y quema a los reformadores."

Habiendo escrito en esas condiciones, ¿de qué valen los comentarios de los autores religiosos? No son ideas y decisiones de jueces honrados, sino sofismas de los asalariados abogados de la superstición. ¡Quién sabe lo que el mundo ha perdido por este infame sistema de supresión! ¿Cuántos grandes pensadores han muerto con la mano encestada de la superstición sobre los labios? ¿Cuántas magníficas ideas han perecido en la cuna del cerebro estranguladas en las vueltas venenosas de ese pitón, la Iglesia?

Durante miles de años todo pensador ha sido perseguido como un criminal fugitivo. Para el que desafiaba a la Iglesia, toda puerta estaba cerrada, todo cuchillo desenvainado. Cobijarlo de la tormenta, darle unas migajas de pan, acercarle una taza de agua a los labios partidos y sangrantes eran crímenes, ninguno de los cuales la Iglesia perdonaba jamás; y con la justicia que se enseñaba de su dios, sus hijos indefensos eran exterminados como escorpiones y víboras.

¿Quién en la actualidad puede imaginarse el valor, la devoción a un principio, la grandeza intelectual y moral que otrora se necesitaba para ser un librepensador, para desafiar a la Iglesia, a sus potros de tormento, a sus cadalsos, sus calabozos, sus lenguas de llamas, -- para desafiar y menospreciar su cielo y su infierno, su diablo y su dios? Fueron ellos los hijos más nobles de la tierra. Fueron los verdaderos salvadores de nuestra especie, los destructores de la superstición y los creadores de la Ciencia. Fueron los verdaderos Titanes que descubrieron la frente a todos los rayos de los dioses.

La iglesia era, y sigue siendo, el gran ladrón. No solamente ha robado nuestro peculio, sino los cerebros del mundo. Ella es lápida que cubre el sepulcro de la libertad, la hiedra venenosa bajo cuya sombra el intelecto humano se ha marchitado; la Gorgona que convertía en piedra el corazón del humano que la mirase. Bajo su influencia, hasta una madre Protestante espera ser feliz en el cielo mientras su valiente hijo, que cayó peleando por los derechos humanos, se retuerce en el infierno.

Se dice que ciertas tribus indias oprimen la cabeza de sus niños entre tablas hasta que la forma de su cráneo se altera permanentemente. A nosotros eso nos parece una costumbre horrible, y no obstante, después de todo, ¿no es igualmente horrible poner las almas de los niños en el chaleco de fuerza de un credo? ¿Deformar de tal modo sus mentes que lleguen a considerar el dios de la biblia como un ser de infinita bondad, y realmente considerar una virtud creer una cosa tan sólo porque parece irrazonable? Todo niño en el mundo cristiano ha pronunciado su asombrada protesta contra ese ultraje. Toda la maquinaria eclesiástica está ocupada constantemente en corromper la razón de los niños. En toda forma posible se les despoja de sus propios pensamientos y se les obliga a aceptar lo que otros dicen. Toda escuela dominical tiene por objeto aplastar todo germen de individualidad. A los pobres niños les enseñan que no hay nada más aceptable para Dios que la obediencia incondicional y la fe ciega, y que creer que Dios hizo un hecho imposible es mucho mejor que hacer uno bueno ellos mismos. Les dicen ... que todo lo que hay y que ha habido jamás de religión, puede verse en el credo apostólico; que no hay nada por descubrir; que todos los pensadores están muertos, y que todos los vivientes debe ser simples creyentes; que solamente tenemos que repetir el epitafio de la tumba de la sabiduría; que los cementerios son las mejores universidades y que a los niños hay que disciplinarlos para siempre con los huesos de los padres.

Siempre ha parecido absurdo suponer que un dios escoja por compañeros, durante toda la eternidad, las almas cuya máxima ambición es obedecer. Seguramente querría verse tentado de vez en cuando a hacer la misma observación que hizo un caballero inglés a su pobre huésped. El caballero había invitado a comer a un hombre que se encontraba en la pobreza. El hombre estaba tan sobrecogido por el honor, que a todo lo que el caballero decía contestaba: "Sí". Cansado al fin de la monotonía de su aquiescencia, el caballero gritó: "Por amor de Dios, buen hombre, diga "No" de vez en cuando para que seamos dos personas aquí."

¿Es posible que un dios infinito haya creado este mundo simplemente para servir de residencia de esclavos y siervos? ¿Simplemente para criar cristianos ortodoxos? ¿Que realizó algunos milagros para asombrarlos; que todos los males del mundo son simplemente sus castigos, y que por último va a convertir el cielo en una especie de museo religioso lleno de lapas Bautistas, Presbiterianos petrificados, y momias Metodistas? Yo no quiero un cielo a cambio del cual tenga que entregar mi razón; o felicidad a cambio de mi libertad, o inmortalidad que exija la renuncia a mi individualidad. Mejor podrirse en una tumba hermética que llevar hasta el engarzado collar de un dios.

La religión no admite, no puede admitir, un hombre libre. Solamente acepta el homenaje de los postrados, y desprecia las ofrendas de los que se alzan erguidos. Los campos amplios y soleados no son parte de sus dominios. Las alturas estrelladas del genio y la individualidad están por encima y fuera del alcance de su apreciación y poder. Sus sujetos se amilanan a sus pies, cubiertos del polvo de la obediencia. No son atletas que se yerguen valientes como las estatuas antiguas, sino encogidas deformidades que estudian con miradas furtivas la cruel faz de la prepotencia.

Ningún religionista parece capaz de comprender esta llana verdad. No es lo mismo el pensamiento que la acción: de nuestras acciones somos responsables ante nosotros y ante los que hayamos podido perjudicar; por nuestros pensamientos no puede haber responsabilidad hacia dioses ni hombres, ni aquí ni en el más allá. Y no obstante, los Protestantes han competido con los Católicos en denunciar la libertad de pensamiento; y aunque a mí me enseñaron a odiar el catolicismo con todas mis gotas de sangre, es solamente hacer justicia decir que en todos los particulares esenciales es exactamente igual a todas las otras religiones. Lutero denunció la libertad mental con todo el brutal vigor de su naturaleza; Calvino despreciaba desde el fondo de su petrificado corazón cuanto pareciese tolerancia religiosa, y declaró solemnemente que proponerla era crucificar nuevamente a Cristo. Todos los fundadores de iglesias comunes han defendido el mismo infame dogma. La verdad es que lo que se llama religión es necesariamente incompatible con el libre pensamiento.

Un creyente es un pájaro enjaulado; un librepensador es un águila que parte las nubes con alas incansables.

Al presente, debido a los avances hechos por liberales e incrédulos, la mayoría de las iglesias pretende estar a favor de la libertad religiosa. A esas iglesias les hago esta pregunta: ¿Cómo puede un individuo que a conciencia cree en la libertad religiosa, adorar a un dios que no la permite? Nos contestan: "Nosotros no vamos a encarcelar a Ud. por sus creencias, pero Dios sí. No vamos a quemarlo por haber desechado las sagradas escrituras, pero su autor sí. Creemos que es un crimen perseguir a nuestros semejantes por sus opiniones, pero Dios condenará a sus hijos para siempre."

¿Por qué será que los cristianos no solamente detestan a los incrédulos, sino que cordialmente se desprecian unos a otros? ¿Por qué se niegan a adorar en los templos de cualquiera otro? ¿Por qué se preocupan tan poco por la condenación de los hombres y tanto por el bautizo de los niños? ¿Por qué ornamentan sus iglesias con dinero de ladrones y alaban el vicio por amor a las subscripciones? ¿Por qué tratan de sobornar a la Ciencia para que "autentifique" los escritos de Dios? ¿Por qué tergiversan las palabras de los grandes para tornarlas en reconocimientos de la verdad del cristianismo? ¿Por qué se presentan sombrero en mano delante de presidentes, reyes, emperadores, y científicos, implorando, como Lázaro, unas migajas de apoyo religioso? ¿Por qué se deleitan tanto al hallar una mención de la providencia en el mensaje de Lincoln? ¿Por qué temen tanto que alguien descubra que Paley escribió un ensayo en favor de la filosofía epicúrea, y que Sir Isaac Newton fue un incrédulo en un tiempo? ¿Por qué están tan ansiosos de mostrar que Voltaire se arrepintió; que Paine murió presa del terror; que el Emperador Juliano gritó "Galileo, has vencido"; que Gibbon murió católico; que Agassiz tenía un poco de confianza en Moisés; que el viejo Napoleón fue tan galante como para decir una vez que Cristo había sido más grande que él y que César; que a Washington lo sorprendieron de rodillas en Valley Forge; que el brusco Ethan Allen le dijo a su hijo que creyese la religión de su madre; que Franklin dijo "No desencadenen el tigre"; y que Volny se asustó por una tormenta en el mar?

¿Es porque la base de su templo está desmoronándose, porque las paredes están agrietándose, los pilares inclinándose, la gran bóveda oscilando y al caer, y porque la Ciencia ha escrito sobre el altar principal su MENE, MENE, TEKEL, UPHARSIN -- las viejas palabras destinadas a ser el epitafio de todas las religiones? (Nota del traductor: Ingersoll se refiere aquí sin duda al críptico mensaje que el abundante vino hizo ver al Rey Baltasar en la pared, que en la Sagrada Biblia de la Familia Católica, traducida por Félix Torres Amat, se escribe Mane, Mane, Thecel, Phares, aunque cada una de mis numerosas biblias lo escribe en forma distinta, y que solamente Daniel pudo descifrar para el Rey como sigue: MANE - "Dios ha contado los días de tu reinado y ha llegado a su fin"; TEKEL - "Has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso"; UPHARSIN - "Tu reino ha sido dividido y dado a los medas y los persas")

Cada proclamación de independencia individual ha sido un paso hacia la incredulidad. Lutero condujo hacia Humbolt, Wesley hacia John Stuart Mill. Reformar realmente la Iglesia es destruirla. Cada nueva religión contiene menos superstición que la vieja, de forma que la religión de la Ciencia es sólo cuestión de tiempo.

No voy a decir que la Iglesia ha sido un mal absoluto en todos los aspectos. Su historia es infame y es gloriosa. Se ha deleitado en la producción de extremos. Ha proporcionado asesinos para sus propios mártires. Algunas veces ha alimentado al cuerpo, pero ha matado de inanición al alma. Ha sido caritativo salteador de caminos, mendigo derrochador, generoso pirata. Ha producido algunos ángeles y multitud de demonios. Ha construido más prisiones que asilos. Ha producido cien huérfanos y ha cuidado de uno. En una mano ha llevado el cepillo de las limosnas y en la otra la espada. Ha fundado escuelas y dotado universidades con el propósito de obstaculizar al verdadero aprendizaje. Ha llenado el mundo de hipócritas y fanáticos, y en la cruz de su propio Cristo ha crucificado la individualidad humana. Ha buscado destruir la independencia del alma y poner al mundo de rodillas. Esto es un crimen. Un crimen que fue necesario para lograr su existencia. Para forzar a la obediencia declaró que poseía la verdad y toda la verdad; que Dios la había hecho guardián de sus secretos, su agente y su apoderada. Declaró que todas las otras religiones eran falsas e infames. Hizo imposible todo acomodo y superfluo todo pensamiento. El pensamiento era su enemigo, la obediencia su amiga. La investigación estaba cargada de peligro; por lo tanto, la investigación fue suprimida. El santo de los santos estaba detrás de una cortina. Todo esto basado en el principio de que a los falsificadores les desagrada que un perito les examine la firma, y en que la impostura detesta la curiosidad.

"El que tenga oídos para oír, que oiga," ha sido siempre el lema favorito de la Iglesia.

En breve, el cristianismo siempre se ha opuesto a todo movimiento de la raza humana hacia adelante. A través de las rutas del progreso siempre ha estado alzando parapetos de biblias, folletos, comentarios, devocionarios, credos, dogmas, y plataformas y a cada avance, los cristianos se han unido tras esos obstáculos de escombros y han disparado los envenenados dardos de la maldad a los soldados de la libertad.

Y hasta el más liberal de los cristianos de hoy tiene su secreto y, en el nicho del templo de su corazón, su ídolo. Todavía se aferra a una parte de la vieja superstición, y todos los agradables recuerdos de su vieja creencia subsisten en el horizonte de sus pensamientos como un ocaso. Asociamos la memoria de los que amamos con la religión de nuestra niñez. Parece casi un sacrilegio destruir los ídolos que nuestros padres adoraron, y convertir sus sagradas creencias en las fábulas de la barbarie. Algunos desechan el Antiguo Testamento y se agarran del Nuevo, mientras que otros renuncian a todo menos a la idea de que hay un dios personal, y que en alguna forma maravillosa somos el objeto de su cuidado.

Hasta esto, en mi opinión, a medida que la Ciencia, esa gran iconoclasta, marcha hacia adelante, tendrá que ser abandonado con el resto. El gran fantasma con toda seguridad correrá la suerte de los pequeños. Estos huyeron a la primera señal de la aurora, y el otro tendrá que esfumarse con el pleno día. Hasta entonces, la independencia humana no será más que un sueño. Empequeñecida por una abrumadora personalidad, en presencia de lo irresponsable y lo infinito, la individualidad del ser humano se pierde, y cae él postrado en el polvo del temor. Bajo el ceño fruncido de lo absoluto, el hombre es un infeliz y tembloroso esclavo; bajo su sonrisa, es, a lo sumo, un siervo afortunado. Gobernado por un ser cuyo deseo arbitrario es ley; encadenado a la carroza de la prepotencia, su destino queda a merced de lo desconocido. En esas circunstancias, ¿qué interés puede tener en prolongar su inútil vida?

Y, no obstante, en la mayoría de las mentes hay un vago temor a los dioses, un encogimiento ante la maldad de los cielos. Nuestros padres eran esclavos, y casi todos sus hijos son siervos mentales. La emancipación del alma es un proceso lento y penoso. La Superstición, madre de esos horribles gemelos, Temor y Fe, desde su trono de calaveras todavía gobierna el mundo, y lo seguirá dominando hasta que la mente de la mujer deje de ser propiedad de sacerdotes.

Cuando las mujeres razonen, y los bebés descansen en el regazo de la filosofía, la victoria de la razón sobre las huestes tenebrosas de la obscuridad será completa.

En la mente de muchos, mucho después de que el intelecto ha rechazado las leyendas mitológicas de la Iglesia, aún permanece una sospecha, nacida de los hábitos mentales adquiridos en la niñez, de que, después de todo, puede ser que haya un grano de verdad en estas montañas de nieblas teológicas, y que posiblemente el lado de la superstición es el lado seguro.

Cierto caballero, caminando entre las ruinas de Atenas, llegó a la derribada estatua de Júpiter y haciendo una exagerada reverencia, dijo: "¡Oh, Júpiter! Te saludo." Entonces añadió: "Si alguna vez vuelves a sentarte en el trono celestial, te imploro que no olvides de que te traté con cortesía cuando estabas postrado."

A todos nos ha enseñado la Iglesia que no hay nada que más provoque la ira de la deidad que expresar una duda sobre su existencia, y que negarla es un pecado imperdonable. Se cuentan numerosos casos bien atestiguados de ateos fulminados por negar la existencia de Dios. De acuerdo con esas personas religiosas, Dios es infinitamente superior a nosotros en todo respecto, y no obstante, no puede soportar que un pobre y transitorio ser debata honradamente su existencia. Sabiendo como sabe que sus criaturas luchan en la obscuridad con la duda y el temor; sabiendo que podría ilustrarlas si quisiera, sigue considerando la expresión de una sincera duda de su existencia como el más infame de los crímenes. De acuerdo con la lógica ortodoxa, Dios, habiéndonos provisto de mentes imperfectas, tiene derecho a exigir un resultado perfecto.

Supongan que el Sr. López ha oído a un par de pequeños insectos debatiendo sobre la existencia del Sr. López, y que uno de ellos haya tenido la osadía de declarar que ha examinado toda la cuestión lo mejor que su juicio le ha permitido, y que llegó a la conclusión de que ningún López existió jamás. Piensen entonces en el Sr. López montando en un paroxismo de cólera y aplastando el insecto ateo bajo su férrea bota, mientras grita "¡Voy a enseñarte, miserable blasfemo, que López es una diabólica realidad!" Entonces, ¿qué pensar de un dios que descarga su artillería celestial sobre sus propios hijos simplemente porque han expresado un pensamiento honrado? ¿Y qué hombre que realmente es capaz de pensar puede abstenerse de repetir las palabras de Ennio: "Si realmente hay dioses, no prestan ninguna atención a los asuntos del hombre."?

Piensen en los millones de hombres y mujeres que han perdido la vida por amar y adorar a ese dios. ¿Es posible que ese dios, teniendo infinito poder, haya visto a sus amantes y heroicos hijos languideciendo en obscuras mazmorras; que haya oído los chirridos de sus cadenas cuando han elevado las manos a él en la agonía de la plegaria; los haya visto estirados sobre el potro donde solamente la muerte era compasiva; haya visto las serpientes de llamas silbantes devorándolos; presenciado todo esto por dieciséis siglos, y haya permanecido sentado en silencio como una piedra?

¿De tal dios cómo puede el hombre esperar ayuda? ¿Por qué desperdiciar sus días en rezos infructíferos? ¿Por qué debe caer de rodillas e implorar a un fantasma --un fantasma que es sordo, mudo y ciego?

Aunque vivimos bajo un llamado gobierno libre --y políticamente somos libres-- hay muy poca libertad religiosa en Estados Unidos. La sociedad exige que uno pertenezca a alguna iglesia, o que se calle sus opiniones. Alegan algunos que nuestro gobierno es un gobierno cristiano, basado en la biblia, y que todo el que lo vea como falso, o disparatado, está destruyendo los cimientos de nuestro país. La verdad es que nuestro gobierno no se funda en los derechos de dioses, sino en los derechos humanos. Nuestra Constitución se formuló, no para declarar y sostener la deidad de Cristo, sino lo sagrado de la humanidad. Nuestro gobierno es el primero que ha sido formado por el pueblo y para el pueblo. Es la única nación con la cual los dioses no han tenido nada que ver. Y no obstante, hay algunos jueces lo suficientemente deshonestos y cobardes como para decidir solemnemente que éste es un país cristiano, y que nuestras libres instituciones se basan en las infames leyes de Jehová. Tales jueces creen que las decisiones que fueron promulgadas por subalternos a las órdenes de reyes, son eternamente obligatorias. Consideran la vieja ley muy superior a la moderna justicia. Son lo que podemos llamar jueces ortodoxos. Pasan sus días indagando no lo que debe ser, sino lo que ha sido. De espaldas a la aurora, adoran la noche. Un solo evento futuro les preocupa, y es su reelección. Ninguna corte honesta decidió alguna vez, ni decidirá jamás, que nuestra Constitución es cristiana. La biblia enseña que el gobierno que exista ha sido instituido por Dios. La biblia enseña que Dios es la fuente de toda autoridad, y que todos los reyes han obtenido su poder de Él. Todo tirano ha asegurado ser el agente del Altísimo. La Inquisición se fundó no en nombre de un hombre, sino en el nombre de Dios. Todos los gobiernos de Europa reconocen la grandeza de Dios y la pequeñez del pueblo. En todas las edades, hipócritas llamados clérigos han colocado coronas en la cabeza de ladrones, llamados reyes.

La Declaración de Independencia anuncia la sublime verdad de que todo poder se origina en el pueblo. Esto fue una negación, y la primera negación por parte de una nación, del dogma infame de que Dios confiere a un hombre el derecho de gobernar a otros. Fue la primera gran aserción de la dignidad de la raza humana. Declaró a los gobernados fuente del poder, negando de hecho la autoridad de todos y cada uno de los dioses. Durante las épocas de la esclavitud -- durante los siglos del látigo y la cadena, Dios era el reconocido gobernador del mundo. Entronizar --o sea, elevar al trono-- a un hombre era destronar a Dios.

A Paine, a Jefferson y a Franklin debemos, más que a todos los otros, un gobierno humano y una Constitución en que no se reconoce dios alguno como superior al deseo legalmente expresado del pueblo.

Ellos sabían que poner a Dios en la Constitución era sacar al hombre. Sabían que reconocer a una deidad sería aprovechado por fanáticos como pretexto para destruir la libertad de pensamiento. Conocían muy bien la terrible historia de la Iglesia para confiar a su cuidado, o al cuidado de su dios, los sagrados derechos humanos. Fue su intención que todos tuviesen el derecho a rendir o no rendir culto; que nuestras leyes no establecieran distinciones por motivo de credos. Su intención fue fundar y organizar un gobierno del pueblo y para el pueblo solamente. Querían salvaguardar la individualidad y la libertad de todos; prevenir que los pocos gobernasen a los muchos, y a los muchos que persiguieran y destruyeran a los pocos.

A pesar de todo esto, el espíritu de persecución todavía perdura en nuestras leyes. En muchos de los estados, solamente los que creen en la existencia de algún tipo de dios están bajo la protección de la ley.

La corte suprema de Illinois decidió en el año de gracia de 1856, que un descreyente en la existencia de una "Primera Causa inteligente" no estaba autorizado para servir de testigo en ninguna corte. Su esposa e hijos habían sido asesinados en su presencia, y sin embargo, en ausencia de otros testigos, el asesino ni siquiera hubiese sido procesado. El ateo era un paria legal. Para él, la Justicia no era solamente ciega, sino sorda. Estaba obligado, como otros ciudadanos, a ayudar a mantener el gobierno, obligado a contribuir su parte hacia el pago de los salarios de los mismos jueces que decidieron que bajo ninguna circunstancia su voz podía escucharse e ninguna corte. Ésta era la ley de Illinois, y así siguió hasta que se adoptó la nueva Constitución. Por tan infames métodos la Iglesia ha tratado de encadenar la mente humana y proteger la majestad de su dios. La realidad es que no tenemos religión nacional ni dios nacional; y que todo ciudadano está en libertad de tener su propia religión y su propio dios, o rechazar todas las religiones y negar la existencia de todos los dioses. La Iglesia, sin embargo, nunca ha comprendido y apreciado el genio de nuestro gobierno.

El año pasado, en una convención de fanáticos Protestantes que se celebró en la ciudad de Nueva York con el fin de promover la opinión pública en favor de una enmienda religiosa a la Constitución Federal, un reverendo doctor en divinidad, hablando de ateos, dijo: "¿Cuáles son los derechos del ateo? Yo lo toleraría como toleraría a un infeliz lunático. Yo lo toleraría como toleraría a un conspirador. Él puede vivir y andar libre, poseer sus tierras y disfrutar de su hogar -- hasta puede votar; pero para una función ciudadana más elevada o más importante, está, mantengo yo, totalmente descalificado." Ese es el sentir de la Iglesia hasta hoy.

Dé un sitio a la Iglesia en la Constitución, déjela poner la mano una vez más sobre la espada del poder, y el fruto inapreciable de todas las edades se volverá cenizas en los labios humanos.

En las ideas y conceptos religiosos ha habido un lento pero constante desarrollo a través de las edades. Al fondo de la escala (hablando de tiempos modernos) está el catolicismo, y en lo alto la Ciencia. Los escalones intermedios están ocupados por las varias sectas, que forman legión.

Pero cualquiera que sea la verdad sobre cualquier asunto, no tiene nada que ver con nuestro derecho a investigarlo y expresar la opinión que formemos. Todo lo que yo pido es que se me conceda el mismo derecho que libremente concedo a los otros.

Hace unos años, un sacerdote metodista se tomó la libertad de darme un consejo amistoso. "Aunque usted no crea en la biblia," me dijo, "no debe decirlo. Eso se lo debe guardar para usted."

"¿Usted cree en la biblia," dije.

Contestó: "Seguramente."

A lo cual respondí, "Su respuesta no me proporciona ninguna información. Usted puede estar siguiendo su mismo consejo. Ud. me dijo que suprima mis opiniones. Naturalmente, no es posible creer a un hombre que le dice a otros que finja, pues puede ser que no esté diciendo la verdad."

No puede haber nada tan subversivo de todo lo de verdadero valor, como la supresión del pensamiento honrado. Ningún hombre que se precie de tal debe, por orden de una iglesia o un estado, repetir solemnemente un creo que su razón desprecia.

Es deber de todos y cada uno mantener su individualidad. "Esto sobre todo: sea fiel a usted mismo, y el resultado será, como la noche sigue al día, que usted no podrá ser falso con ningún otro ser." Es cosa magnífica ser el único propietario de uno mismo. Es una cosa terrible despertar de noche y decir, "no hay nadie en esta cama." Es humillante reconocer que todas sus ideas son tomadas prestadas; que usted es deudor a su memoria por todos sus principios; que su religión es simplemente una de sus costumbres, y que Ud. tendría convicciones solamente si fuesen contagiosas. Es mortificante sentir que uno pertenece a una turbamulta mental, y grita "crucifíquenlo" solamente porque otros lo hacen; que usted cosecha lo que los grandes y valientes han sembrado; y que el único bien que usted hará por el mundo es dejarlo.

Con certeza, todo ser humano debe alcanzar la dignidad de la "unidad." Con certeza es meritorio ser "uno," y sentir que el censo del universo estaría incompleto si no, no lo cuentan a usted. Con certeza, hay grandeza en saber que en el reino del pensamiento por lo menos, usted no está encadenado; que tiene derecho a explorar todas las cumbres y todas las profundidades; que no hay muros ni cercas, ni lugares vedados, ni rincones sagrados en toda la vasta extensión del pensamiento; que su intelecto no debe obediencia a ningún ser humano ni divino; que... en el mundo de la mente usted no está sujeto a dictámenes ajenos ni a la ignorante tiranía de las mayorías. Con certeza, debe valer algo sentir que no hay curas, ni papas, ni partidos, ni gobiernos, ni reyes, ni dioses, a quienes su intelecto esté obligado a rendir homenaje a regañadientes. Con certeza, es un placer saber que el ingenio cruel de la intolerancia no es capaz de diseñar una prisión, ni una calabozo, ni una celda, en que pueda por un instante confinar un pensamiento; que las ideas no pueden dislocarse con potros de martirio, ni triturarse en botas de hierro, ni quemarse en piras. Con certeza, es un goce sublime pensar que el cerebro es un castillo, y que en el interior de sus extraños bastiones y tortuosos corredores, el alma, a pesar de todos los mundos y todos los seres, es soberana suprema de sí misma.

miércoles, 17 de junio de 2009

caducidad ....velocidad.....

algunos del campo vemos , sabemos cosas que no saben
los que solo esperan que el semaforo se ponga en verde,
maldito rojo insolidario....
mientras el mundo se consume solito ,
el velocimetro carcome la vida
el verde de algunos del campo es de otra connotativa ..
tomando cafecito se ve el arbol de naranja que ya no existe,
pero que algun tiempo atras existio en el pateo donde ahora hay cemento,
y no pajaritos...
tomates a disco duros..
rosas a arboles artificiales ....
mall a bosques... vivir......
aun no entiendo!!

me cago en la cancha de ping pong!!!


yo

jueves, 4 de junio de 2009

mensaje para mujer maravilla !!

yuju!! estaba escribiendole unas palabrillas de aliento a mi full amiga raquelina ella me comentaba que extrañaba mucho su pais(esta viviendo en mexico) alla todo es gris tristeza y el unico arbol es el del consumismo, las colummnas empresariales y su vision de desarrollo estupido del asfalto del querer mas poder!!"crecimiento",de bares de menú que parten la franquicia del Mc donalds entero y despojan a la micro de sus lugares la vieja historia esa creo que aqui ya la mayoria de gente con un poco de razonamiento ya se lo debe de tener muy masticado sabemos que hay gente que no sabe lo que tiene que confunden logos y edifios con heroes.. ningún presidente humano puede sacar a otro humano del vicio, es siempre así desde el inicio de la humanidad asi que ya dejen de hecharle la culpa al gobierno que no la tiene en su totalidad pero bueno de eso la verdad no quiero hablar ......


desgraciado el que olvida de donde vino, la melancolia muchas veces es una consecuencia de buenos recuerdos. costa rica en este norte central valle nacieron los sueños aqui empezaron a formar enredaderas sus corazoncillos como dice malpa: "se que aveces miro para atras pero es para saber de donde vengo" san carlos y su muy conocido cerro, la tierra, los barrios. los recordaremos..viviran intactos en nuestra eternidad ,ultimamente cae granizo en algunos sectores del pais, llueve con rayalleria la calle emana un olor a barrial refrezcante,el sol mañanero es vitamina "c" alegria para los arboles alla por la llanada en las rectas hasta el padimento huele a caña a caballos a gentes que van pa sus trabajos,el cerro esos arboles de pino que soportan gritos preciosos de garzas y la vista de ciudad quesada desde ahi, regio!!! voy a correr por las mañanas ahi, es lo mejor del dia se me graba en el cassette miles de recuerdos hermosos!!!. el cafecito "dorado" mmmm la natillita la manita (pan) el periodico la nacion no pueden faltar es un fantastico...que bueno que hay gente que salude desde lejos a su patria, gallo pinto y huevos aqui nunca se sabe, siempre puede que nos sorprenda la gotera mundial, el aguacero que rico caminar bajo la lluvia pisar los charcos reir, mirar es como flotar ....
por cierto drexler es un periodico hecho cancion sobre la condicion humana...
sobre el hacia... el mejoramiento personal, la moral la etica el control, una gabeta de cosillas que deberiamos tomar de ejemplo me recuerda que valen mas las cosas vividas el vinculo social que lo material bien podria decirse que drexler es un ejemplo a la introspeccion humana como costa rica es el fuego de mis recuerdos de algunos versos guardaditos bajo mi pelo.

post: tengo poema nuevo poema a nuestra base fruto cultivo pronto lo subire ..... yo

miércoles, 3 de junio de 2009

mi sangre grita!!! despertemos!!!

La clave para entender el "devenir humano" consiste en comprender la filosofía del pensamiento, apoyado en la caricia de la poesía,
así...en silencio, podremos visualizar que nos pasa como seres perdidos, vagabundos de otras vidas, manejados, manipulados por personas repletas de vacío que ponen en el dinero su única meta.
Simplemente...eso no los sotiene...no saben que hacer y acometen contra el resto..
El aburrimiento nos gana a todos...
Que bolubles somos por dios.
sabina

Mente sana arte amor " que no rija tu vida tu situacion bancaria"
hay cosillas que valen la pena... recuerdos...
aveces hablar con un taxista tiene mas sintaxis que los que han
estudiado 5 años una carrera...

el hombre deberia vivir mas como el hombre primitivo en armonia con su entorno
al fin lo unico que necesitamos para vivir es agua pura, alimento, aire puro... gastamos tanto tiempo en cosas materiales que nos hacen infelices......
domestiquemonos!! en un foolio mas esencial el amor.

yo

lunes, 1 de junio de 2009

hoy no quiero hablar.............

llueve sobre mojado................